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La noche rasgó su silencio y gama interminable de divinos luceros alumbró la tierra. Al instante, delineó en mi alma, el pincel mágico que sacudió mi cuerpo y agitó la tinta.
Meditabunda y caminando en círculos, alrededor de mi hermosa cama, me deshice de la blanca túnica que arrastra mi espalda y entre mis dedos se inquietó la pluma.
E ipso facto, florecieron rosas en mis cadenas rotas, y de las sangrantes heridas renació la vida. Más que un lamento en las débiles hojas, es una daga clavada en la espalda.
Y ese silencio… silencio que cierra tus labios y ahoga mi alma, me lanzó inclemente a tus zarzas ardientes.
* Imagen del muro de Islam Gamal.
Luz Marina Méndez Carrillo/26102020/ Derechos de autor reservados.