A veces pienso en la muerte, quizá de una manera un tanto no exagerada y suicida, sino aquella que viene con la brisa de la naturaleza. En un abrir y cerrar de ojos arrasa con todo. Y todo lo que a su alrededor se siembra se muere, hasta los sentimientos más fuertes. Y estoy pensando, y me detengo y pienso, que quizá está noche doy por sentado lo que haré mañana cuando el sol sombree las montañas del Este, sin saber que mañana podría ser o no ser, que quizá el ahora es el final y que un hasta pronto puede ser un adiós permanente. Te vas, como un soplon fugaz, y la ropa que dejaste se queda sin cercha, y tus escritos pendientes nadie los podrá leer jamás y, todas tus palabras se asfixian en la mente, ya no hay quien las procese. Tus ojos se cierran y la gente que te quiere te deja de querer porque también se muere, y de pronto una generación es solo una vieja foto del recuerdo de quienes fueron ahora son solo polvo. Entonces creo que vale arriesgar un tanto el pellejo, dejar de postergar esos sentimientos que no se dicen a momento. Te amo, ese me da miedo. Te extraño, me pone de pronto a temblar... Pero hay uno del cual, creo, me muero si me muero y no lo suelto. - Te perdono y yo también lo siento. Porque si nos vamos, creo bien, deberíamos irnos confesados por todo lo que en la garganta nos ha ido robando el aliento.