C. Eduardo Barrios (Ex-Toki)

Crítica al daño

 

    El que sufre por cuestiones imaginarias está generalmente roto de la mollera y lo sabe; los únicos que no conocen de su estado son los muertos, los sedados, drogados, dormidos, en coma, como vegetales y otros por el estilo.

 

    No terminar con esa angustia es perderse asimismo irresponsablemente, el goce de la autocompasión es tan fácil, dejándose llevar se desliza por la pendiente.

   

  El facilismo es con lo que cuentan los amos; vean, apenas se organizan los que con razón se sienten violados por la estructura social imperante, se les asedia, detiene, reprime.


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    Sorprendido el canario robándose los gatos del vecino, ese menudo pájaro, se vengó del amigo que lo descubrió, quitándole el saludo, lo sacudió con el látigo de la indiferencia y le aplicó la ley del hielo.

 

    Su compañero, Misifú el observador, desolado se metió en el edredón con su ratita amiga. Porque no hay mayor ofensa que ser ignorado.

 

   Estas avecillas ladronas, hacen sentir que la culpa es del otro.

 

   Bien, esta historia es conocida en los jardines del señor y se repite.


  Claro que las apariencias engañan, pues los que fingen ser los mejores suelen ser un desastre.

 

   Pero la fechoría no termina sólo con los mininos bajo su propiedad; luego, los llenó de alabanzas e invitó al resto de canarios a la ceremonia de cantos por el descanso eterno de los tiernos felinos.

 

  Infantilismo, dirán. Estupidez digo yo.