Paulina Dix

Domingos en la tarde

 

En el preludio de la llegada insensata de la muerte disfrazada de paz, pasa la marioneta como quien pasa por un puente elevado. Pasa ese despojo de huesos y entrañas envuelto en carne que por blanca y tersa no deja de ser carne. Y me mira, y en la mirada encuentro un trozo de vida, de vida y de ira y de mucho dolor. Es casi un deleite el sufrimiento de la carne frente a la colosal sensación de desolación que consume el rostro de la marioneta.

Paulina Dix