Hoy veintiocho de octubre
rinde tributos su pueblo,
al comandante que ha muerto
con una espina en el pecho.
Quizá astilla traicionera
la que selló su destino,
por ser distinto a los otros
muy noble… nunca ladino.
Gran honradez nunca sirve
en mundo de gente inmunda,
que nunca ha de hacer el bien
y si puede te sepulta.
No sirven los homenajes
que rinden los traicioneros
… lo hacen por disimular
que eran grandes compañeros.
Sin duda ha de ser molesto
el tener que padecer,
que se proyecte una sombra
a las ansias de poder.
Por esto y por mucho más
que hoy no voy a relatar;
de esos sucesos pasados
me surge al fin razonar.
Que la imagen que me queda
sobre esa revolución.
¡Fue un engaño para el pueblo
… que se engulló una traición!
Jorge Horacio Richino
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