Colgué el traje de beata
Amarré manos y cerebro
Puse al corazón cuatro cerrojos
Blinde labios, ojos y rodillas
A los pies le puse
Seis candados
Dejé de barajar papeles
Ahogando el insomnio
En un teclado mustio
Cómplice inmoderado
De la carga de demonios
Que se agolpan y gritan
Regué mi jardín con salitre
Y veneno de cobra
Arrojé recuerdos
Al holocausto
Incineré los sueños
En los pórticos del infierno
Ahogué el amor que nunca tuve
En un mar de aguas espinosas
Donde los cangrejos se defecan
Tapone mis llagas
Recalenté la desconfianza
La molí con incienso
Y árnica en bálsamo
Lancé la identidad
Al pozo de las víboras
Y colgué lo que quedó
A la pared más sombría
De mis miedos.