Le sonreí a una soledad,
continué riéndole;
emití un suspiro y lo acepté,
ella siempre me acompañaría,
la tomé en mis brazos
la dormí con ellos,
la abracé con celo,
¡maldita soledad ahora te quiero…,!
No está vacía en su destierro;
la arropan pensamientos,
inefables meditaciones;
sabe de la melancolía y la alegría,
de la paz y la frustración,
de la tranquilidad y la agonía,
de la ausencia y la añoranza.
del gozo y la aceptación.
En ardua espera
se suceden los días,
caravanas de deseos e ilusiones
y de utópicos anhelos,
llegan las noches y nada pasa,
nada queda.
¡Quema esta soledad!
Y siguen turnándose los soles
de lunes a jueves,
de jueves a lunes,
para que algo suceda,
para que algo quede.
No es liberadora como la imaginé,
ni auto conmovedora como la esperé:
es amarga y hostigante,
es opresiva e inquietante.