Fátima Aranda

Miedo

Ya nada será igual. Paramos el tiempo.

Nos inmiscuimos en el bucle sórdido

y asfixiante de un segundo temido

que no pasa. Todo es gris,

angosto, líquido.

Sangramos la tinta añil

del dragón del miedo

tatuado en el pecho que avanza,

avanza hacia dentro, a lo más hondo,

hasta que roza con sus nudillos

el gélido cristal de la ventana. Palideces,

mudo, inmóvil, pero pasa de largo,

huye asustado por la cruz de sangre

pintada en el quicio

de madera de la puerta.

Lejano se oye el grito desgarrado

de las filas hambrientas

esperando que se achique

el cazo de estaño en sus tinajas.

Y amanece. No en azul,

ni en el rocío acuoso, nítido 

en el que blanco se derrama el alba.

Aunque amanece.

Nos abrazamos a la luz

como a un amante

infiel de madrugada. Y nos vamos

arrancando los jirones de miedo y dolor

que han quedado adheridos

a una piel de ayer

con memoria de mañana.

Pero amanece.

Ya iremos sacando las vendas

para curar las heridas que ha dejado

esta noche reflejadas en el alma.

Luz De Gas