No me mires
de esta guisa,
basilisca.
Vayamos más allá
de la espesura.
San Juan de la Cruz.
Vayamos más allá...
Espérame quieta
detrás de ese tilo.
Un tilo como otro
de los muchos que esperan,
un tilo que lleva años
erguido frente a la espesura,
un tilo que cuando el hombre
se preciaba de infante
vagaba por los campos
cabrileando con la demás
floresta, amigo de sus amigos.
Ahora, ya viejo y achacoso
permanece quieto, silencioso,
escuchando paciente las quejas
que vierte tu corazón, tus cuitas,
tus sombras que ennegrece
su vetusta corteza, su lignito
ya rayante de ocaso.
Espérame, sin desespero,
espera mi vuelta
que ya se cuece en el horizonte,
que ya despunta en el alba
de un amor que todavía no llegado
ya va dando cantos de cisne.
El amor debe ser así, una flor
que raye de luz la vista
mas con efímera existencia
—de no ser así no sería soportable—.
No dejes de esperarme,
mi caballo galopa como poseso,
huyendo a uña batiente,
queriendo poseerte y fundirte
en su crisol de estiércol.
Espérame, y dile al tilo milenario
que ya puede proseguir su camino,
que —si miras de hito en hito—
en lontananza se advierte mi silueta.
Sonríe y goza, y da la bienvenida
a la dicha eterna.
Ya puedes morir, si lo deseas.