No quería encontrarte,
quise negarme ante el hecho de habernos encontrado,
muchas veces con excusas tontas,
no quería admitir que la mal llamada casualidad
te había puesto en mi camino y no nos permitiría arruinar su trabajo,
por eso, sin buscarte, sin esperar encontrarte
estabas ahí, y todo hizo que no solo coincidiéramos una vez
sino que tuviéramos la obligación de conocernos.
Después de todo
me alegra no haberte dejado pasar.
Me alegra ser tan caprichosa
que terminé yendo a por un helado con la casualidad
y debo admitir que ha sido
el mejor capricho de todos, ese helado,
pasó de ser un simple capricho
para terminar por convertirse en algo tan bonito
que aunque asusta es casi imposible no proyectar a futuro.
Ese helado que se ha convertido en la incertidumbre
de cumplir con todo lo que proyecta el futuro.