Anngiels Simplemente Mujer

EL VIENTO Y LOS SILBIDOS

(Microficción)

 

Allí estaban los ojos indiscretos, curiosos, perversos mirando cómo, la falda se levantaba en vuelo como un pájaro hacia el cielo soplada por el atronador silbido del viento perversamente lujurioso, que buscaba dejar mis torneadas piernas al descubierto. Traté de sostenerla, pero no pude, mis manos se ocupaban de mi cartera y las bolsas de las compras. Sentí mi rostro enrojecer y las miradas colgándose de mis piernas y algo más.

Seguí caminando como si lo hiciera sobre fuego, sudaba de vergüenza, pero mantuve el paso firme, mi cuerpo erguido y la frente en alto, mientras un coro de silbidos que emulaban los del viento quedaba a mis espaldas y mi desvergonzada falda caía como un paracaídas cubriéndome nuevamente.

El viento se embolsaba en las esquinas dónde se erigían altos edificios, pensé qué pasaría en la próxima esquina y maldije haber cometido el error de ponerme falda ese día, pero al salir de casa ni una hoja se movía, como imaginar que se transformaría en una tarde ventosa e incómoda.

Desde ese día no salgo de casa sin mirar el pronóstico del tiempo, así cargo paraguas y no llueve o uso pantalones y muero de calor sin que sople ni una brisa, aunque les aseguro que hoy treinta años después, extraño las miradas y los silbidos a mi paso y ni que decir los piropos que exaltaban esa divinidad que es la juventud.

Qué mujer que sienta orgullo de su femineidad no le gusta que un hombre la mire y admire y le diga un piropo que alabe su elegancia y belleza.

Aún conservo en mi closet esa pollera, y cuando la veo en esas tardes aburridas o de lluvia cuando se me da por ordenarlo, con una sonrisa recuerdo ese día y esos silbidos y una voz que entre ellos rogaba en voz alta

- ¡Qué sople! ¡Qué sople más fuerte!

 

Ángela Grigera Moreno