VITRALES DEL ALMA

UNA TARDE DE DOMINGO

 

 

 

 

*

 

Nos encaminamos aquella  tarde, entre esquelas de desamor, imágenes de san Antonio, ropa barata y diversidad de baratijas, que exponían los comerciantes para su venta los días domingo, muy cerca del santuario.

 

El aire parecía faltar a los pulmones, pues el remolino de gente que obedece al llamado del campanario, es monumental. Unos acuden para reafirmar su fe, y otros, en búsqueda de la que consideran pérdida.

 

En medio de esa locura momentánea, mis ojos quedaron fijos en un hombre, que cubría su cuello con un pañolón de lana negro, pantalón arremangado y alpargata de fique. La camisa blanca desabrochada que por instantes y efectos del viento cubría su rostro, no opacó  la luz de su mirada ni lo efusivo del mismo. Giraba y giraba con su mano izquierda, el mango de madera de un viejo molino color ocre.

 

Me acerqué sigilosa, como atraída por un rayo, y pude percibir,  el aroma gratificante a chocolate artesanal. De un tajo y de manera inmisericorde  se sacudió mi existencia, arrastrando la mente, al mar inconfundible de gratos y deliciosos recuerdos, de la época sacra de mi vida, la niñez.

 

El sol era intenso, las arrugas de la frente se hacían visibles y el olor a hierbabuena se expandía en el ambiente, intentando acallar quizá, el aroma inconfundible que tachonó mi alma por  siempre. 

 

 

¡El aire silencioso del espíritu se achicaba y agrandaba al unísono! 

 

 

Explosión de sentimientos afloró ipso facto, y mi boca trajo a colación, el delicioso sabor a  chocolate, que hacía mi madre hace muchos años, justo al caer la tarde de los días viernes, y que repartía entre todos sus hijos, momentos antes, que el padre los hechizara en la ola  de cuentos de suspenso,  brujas, duendes y demonios, que ponía los nervios de punta. Se sentaba cerca de la estufa de carbón, envolviendo en  misterioso silencio a todos los presentes.

 

La madre  tostaba  los granos  y en su punto, los pasaba por el molino, agregando azúcar y leche. El delicioso aroma  se expandía, llegando incluso a un pastizal cercano.

¡Como olvidar aquello que se incrustó en el alma más allá de todo límite, y que al revivir  trae consigo, no solo el exquisito aroma a chocolate artesanal, sino el recuerdo de los amados padres, que hace lunas al firmamento volaron!

 

¡Gratificante  momento en la rueca extraordinaria de la vida, en la rueca extraordinaria de mi destino!

 

*

Imagen tomada de Viva la cocina

Luz Marina Méndez Carrillo/15072020/  Derechos de autor reservados.