Para hablar de nosotros
tengo dos horas al día y una vida.
¿Que dirán los otros,
si yo elijo tu sonrisa?
Dos horas para tenerte,
y una vida para amarte.
No sabes cómo duele,
solo poder soñarte.
No me digas que lo sientes,
ni me pidas que lo intente.
Si no busco nada,
y me ofreces esperanza.
Somos una dulce sintonía,
de verdades y mentiras;
desenfreno y cortesía,
de amor y de ira.
Es un amor que se transpira,
entre palabras y besos.
Ambos conocemos de eso,
y aun así nos inspira.
Cómo si nunca hubieses amado;
cómo si nunca hubieses besado.
Dice la moral, dice la gente;
pero la locura no es paciente.
Si dos seres se reconocen,
entre tanta adversidad;
cómo no dejar que gocen,
de tal complicidad.
Si se conocen,
sin haberse visto antes.
Y entre tanto orden,
ya nada es deslumbrante.
Si se hablan con silencios,
y se equilibran sin quererlo.
Y si son soberbios,
pero tienen miedo.
Si no quieren conocerse,
pero saben entenderse.
Y si buscan la razón,
pero mueren de pasión.
Si se besan,
y se para el mundo.
Si se tocan,
y se vuelven uno.
Si se miran a los ojos,
y saben lo que quieren.
Y si todo es tan poco,
cuando no se tienen.
¿Quiénes somos para frenarlos?
Y para obligarlos,
a dejar de soñar.
Y a olvidarse.