Vestida de luz, ella se dibujó en la lejanía,
Brillaba en la inmensidad de esa penumbra de primavera,
Una silueta que contenía en su piel las intrigas
que desde niño me acompañaron sobre el cuerpo de una mujer.
Se acercó, con paso firme y esparciendo elegancia,
Su cabello azabache parecía albergar lo sublime del crepúsculo,
Sus ojos, lejos de toda duda, dispersaban deseo,
Y una hermosa sonrisa se configuraba en un pálido rostro.
El amor se percibía en la noche,
Un aroma que, aunque misterioso,
No dejaba de antojárseme cautivador.
Mi alma se halla atónita ante tal epifanía
y sentía paralizar a medida que ella se acercaba,
Exclamó una palabra en un acento que no entendí
Pero la dulzura de su voz sembró tranquilidad en mí.
Los relojes parecían morir
Y ella acercaba con determinación sus labios a los míos
Mi inexperiencia me jugó una mala pasada
Pero a ella eso pareció no importarle.
Cuando sus labios acariciaron los míos
Sentí la primavera desangrarse en un beso
Y mi alma comprobó de primera mano
La chispa que carga consigo una mujer con clara determinación y deseo.
Cuando sus labios se acercaron a los míos
Sentí la primavera desangrarse en un beso
Y la ternura de una mujer enamorada
Prendó enteramente toda mi alma
Cuando nuestros labios se apartaron
Ella se fundió conmigo en un abrazo
Y todos los dulces aromas que perfumaban su piel
Se impregnaron, junto con su esencia, en lo profundo de mi ser.
Continuará…