El día que tú vengas a buscarme,
hermana, te seguiré los pasos
como cada flor que se marchita
o cual pájaro volando hacia la altura
sin regresar al nido
escondido en el árbol dormido.
El día que vengas a buscarme,
no me angustiará
que mi arpa resuene por última vez
e intentaré aceptar el adiós
hacia los rostros de mis amigos.
El viento
aullará más fuerte y más frío.
Mi corazón en agonía se confortará
con las mariposas que revoloteen
en mis recuerdos y suspiros.
Sin embargo, hermana,
muchas veces olvidamos tu presencia
y sobrepasamos los límites humanos.
Compitiendo por ser los mejores,
afanosos, enturbiamos el arco iris,
a los prados les quitamos la fragancia
y a los peces les envenenamos sus lagos.
Hermana, danos el coraje
de integrarnos felices en la natura,
hagamos las paces contigo.
A Dios le pido
que cuando a tus brazos
nos entreguemos, hermana,
podamos confiarnos a la soledad de tu compañía,
seguros de que el aliento de la Madre Natura
seguirá haciendo girar nuestro orbe
con sus poderes suculentos de la vida.