De nuevo sangra,
la herida en el costado,
y no la siento.
Sangre que surge
en busca de la vida
mientras se muere.
Sangre sencilla,
no está contaminada
ni adulterada.
Pero me duele
el ver como se escapa
y cae al suelo.
Riega las flores
sedientas de caricias
y de miradas.
Y allí se quedan
la sangre y los recuerdos.
¡Sueños eternos!
Pero otra sangre
renace por las venas
y me renueva.
Ojos y labios,
suspiros y latidos
y las sonrisas.
El corazón,
con sangre renovada,
sigue latiendo.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/06/20