Porque la felicidad está en la simplicidad de las cosas, como las burbujas de las olas, o el blanquesito tono de las rosas. Ese inspirar que surje al aspirar y hacer lo que crean los claveles de mi mente. Me gusta, definitivamente me gusta, saber la finita parte que representó en este mundo causal. Que mis pasos están medidos y tallados por la culpa de mis actos. Y sonreír y llorar, me gusta, porque en las sonrisas recupero el tiempo que he perdido llorando, porque en el llanto aprendo y valoro las sonrisas del pasado. No puedo jurar que he jurado lamentarlo, porque lo lamento sin jurarlo, que mis palabras representarán por siempre la promesa de mis prososas, y es ahí, justamente donde se encuentra la belleza de la simpleza de mis pequeñas cosas, me gusta, como juego con los astros que se atrasan cuando no voy al campo a contemplarlos mientras contemplo el pensar y el pasar de mis varias cosas. Hoy me acordé, y las luciérnagas salieron a asemejar aquellos puntios que marcan la infinitud y me demuestran la pequeñez de los problemas terrestres. Me gusta todo, mucho más acompañado de una prosa de Cabral junto a una buena melodía de Bach sonando después de haber sonado Vivaldi.