Alguien pudo hacerlo pero nadie quiso
ayudar a aquel hombre de cigarro fácil
y rostro herido.
Dicen que solía tomarse su copa de ron
con ayuda de los desconocidos gestos;
aún me dicen que su mano temblorosa
era un giro de gatillo fácil y suicida.
Muchos pudieron ayudarle pero nadie tuvo
tiempo para ello.
Me aseguran que se voló los sesos del corazón
con tequila barato y pastillas para la tos;
dicen que sí pidió ayuda y luego,
supo la verdad de las cosas.
Alguien lloró con firmeza por él más tarde…
Maldita raza de víboras!