Observo la claraboya
del firmamento
contra mi ventana, y es capital
la noche, en esa formación
de estalactita, o de espliego,
de mi mirada. Es un interno
abrazo a lo recóndito, a lo imperceptible;
allí donde dominan los juegos del azar
más profundo.
Crear nostalgia es sencillo,
lo que resulta complicado es olvidarse,
y materializarse en árbol, helecho,
carne rosácea.
Y es que, por olvidar, hemos olvidado
hasta la marea y el prestigio del bosque.
El talud de madera que nos salvó
de la quema, en cuestión de segundos,
aquella primavera.
Escarbo con la uña punitiva
la estrella insomne que me acompaña:
en mi frente se dibujan los rastros de escarcha
ya pasada-.
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