Hubo un canario cantor, tan celestial que hechizaba;
porque alegre y seductor, mi vergel siempre alegraba.
A la rosa le ofrecía con magnífico trinar
la gran pasión que sentía por su belleza sin par;
la rosa se estremecía con celeste suspirar
y su estambre florecía con un fulgor estelar.
En las notas de su canto con acordes de colores,
el desplegaba su encanto cubierto de mil ardores,
y lleno de gran fervor su corola le abrigaba
y cual estrella vertía, la luz que invita a soñar
el delirio sacrosanto, que dibujan los pintores.
Y le cantó tanto, tanto, sus más dilectos amores,
que despertó cierto día viendo la aurora brillar,
romántico ruiseñor que a la dalia enamoraba.
Entonces de regio manto se vestirían las flores
terminando con el llanto que les causaba dolores.
Y vino aquella alegría que puede al mundo cambiar;
prodigando la armonía, con el dulce titilar
de la sonrisa que haría, de la vida disfrutar
la mas dulce melodía, que mucha paz sabe dar,
con el gran rayo de amor que melodioso brotaba,
del canario trovador que a la rosa le cantaba.
II
Hubo un canario cantor
alegre y muy seductor.
A la rosa le ofrecía
todo el amor que sentía;
la rosa se estremecía
y su estambre florecía
en las notas de su canto,
el desplegaba su encanto,
que lleno de resplandor
era estrella que fulgía
el candor mas sacrosanto.
Y le cantó tanto, tanto,
que lo imitó cierto día
romántico ruiseñor.
Entonces terminó llanto
acabando el desencanto.
Y vino aquella alegría
prodigando la armonía
de la sonrisa que haría
la mas dulce melodía,
con el gran rayo del amor
del canario trovador.
Autor: Aníbal Rodríguez.Jp