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Las voces pasan por los signos de los tiempos defendiendo la libertad, y tú y yo, encadenando nuestros corazones al amor que se sumerge en el lago de la vigilia perenne.
El aire balancea en los pulmones agitando el elixir secreto de mi sangre, que inmisericorde, acerca el cáliz prohibido a tus labios y a los míos, haciendo de los cuerpos, uno.
Amore mio, el campanario de mis pechos se sacude al vaivén de tu nombre, el carmesí de mis labios intensifica y mi piel eriza.
¿¡Es acaso un piélago de muerte o un mar que vivifica!?
Y la vid fue un instante
Que eternizó la mirada
Se hizo aire y sacudió
Mi bata traslúcida
Las mariposas de mis pechos volaron
Y adheridas a tu boca imploraron
La blanca libélula se hizo agua
Y cayó entre tus dedos
La sangre se hizo vino
Y embriagó las pasiones
Y las horas… Y las horas
El reloj detuvo
Y un río de versos recorrió nuestros cuerpos
De la cabeza a los pies.
De los pies a tu cabeza
Y un río de sueños
Cristalizó en nuestras manos.
* Imagen: Créditos a su creador
Luz Marina Méndez Carrillo/02112020/ Derechos de autor reservados