“Dejemos que el agua nos una,/ el sol más
que nunca quema,/ por saber que un poeta
y su luna,/ gritan su amor en un poema”.
…y nunca fue fácil, nada sencillo;
fue como un sol que tomó su brillo
luchando mucho para no apagarse.
Es que siempre hubo obstáculos…
Gente como pulpo y sus tentáculos
apartando a dos que querían amarse.
La vida nos enamoró, era el destino;
pocas veces estuvo libre el camino
de los chismes, de rumores inciertos;
pues estaban presentes ¡quién lo diría!,
personas listas para evitar la fantasía
de dos que querían soñar despiertos.
El amor se impuso, no había otra forma,
crece un sentir gigante que transforma
y va creando corazas a prueba de todo.
Aunque hay distancias largas, inmensas,
nunca nos han afectado tantas ofensas,
no permitimos que nos cubriera el lodo.
La vida nos enamoró ¡y hubo tentaciones!
Fuimos ambos por distintas direcciones
buscando lo que no se nos había perdido.
Hallamos a veces, por ir tras otros pasos
nuevas miradas, besos… y otros brazos,
pero nunca… nunca encontramos olvido.
Siempre estabas tú y siempre estaba yo,
en tu alma y en la mía nada se modificó
y sobrevivía el amor real, el constante.
El que aun en los momentos de soledad,
tenía en su esencia un olor a eternidad
y no el aroma de amor de un instante.
La vida nos enamoró en bella historia,
huellas hermosas en nuestra memoria
dejando atrás la desconfianza, la duda.
Ah… es algo especial el saber amarte,
pensar que, muy mujer, vas a prepararte
para leerme y pensar en mí… ¡desnuda!
Estoy amándote mucho en cada verso,
creando hoy para ti un único universo
para viajar en él besando tu vientre…
sumergiéndome en tus divinos pechos
y gritando ¡que se sepa!, estamos hechos
para amarnos ayer, hoy… ¡y para siempre!
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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