De rostros desvaídos,
deslavazados, opuestos
en un mural, circense,
va hoy este poema.
De rostros incesantes,
cabizbajos, de rostros
apenas insultantes, caras
insomnes de la eternidad
de aquí abajo, de la tierra.
De rostros llenos de lluvia,
de sol, y de barro, de racimos
de uva, caídos al subsuelo
dentro de un vaso,
va hoy este poema.
Y de rostros a cuyos dueños
apenas sé poner nombre, de
años perdidos, y de propietarios
de sueños, a los que mordió
la serpiente.
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