Si Violeta de la Paleta, sólo se dejó llevar por un mal principio llevando en su interior el dolor por una terrible rosa. Cuando en el desenlace final de un mal tropiezo y de un mal adyacente, se debió a que Heriberto de la Cruz le hizo casi lo mismo a Violeta de la Paleta. Cuando en su vida sólo se definió de ira y de soberbias atraídas por el mal triunfo y por el eterno error que vivió al lado de ése hombre, el cual, ella lo amó eternamente y triunfando siempre en el amor se vió y llevando en su interior el desafío y la más fuerte de las caras y en el alma una oscura ansiedad en que el desvarío se debió de alternar con su poder de muchacho rico engañando siempre a la mujer que lo amaba con todo su corazón. Cuando en su interior se debió de edificar su cometido de luces en el alma sosegando y en una eterna desolación en que se vivió por el tiempo en que ellos se profesaban tanto amor. Cuando en el altercado de ir y venir solamente, se debió de fingir en un mal comienzo y de un mal fingir, en que se le advirtió al corazón un funesto instante, cuando se enamoró del hombre equivocado y de que era un mal tiempo en su vida. Cuando en el albergue de su eterno corazón el coraje pintó a un nuevo final, cuando llegó ella, Violeta de la Paleta al altar dejando su vida y más sus sollozos en pleno altar, desatando el dolor como las espinas de una rosa entre sus manos. Desfilando el nuevo dolor en que casi se sentía como esas mismas espinas hiriendo en el corazón latido a latido. Esperando a que el destino fuera como el ave volar lejos y de allí mismo sin soportar la espera tan inesperada de un sólo tormento de luz en plena oscura mala sensación. Y de atraer el instante en que se perdía por atemorizar la espera de algo, el cual, nunca debió de acontecer. Cuando en la mañana se olvidó un por qué, o un por qué desnudo cuando vió las heridas marcadas entre sus dedos y en sus manos las espinas de aquella rosa, con la cual, se hirió punzada a punzada pulso a pulso, sangrando gota a gota desde su más recóndito corazón y tan aciago fue el momento en que se perdió la sangre de ella derramada entre aquel vestido elaborado de perlas de color blanco. Y al otro día, sólo fue delirio, sorpresas de la vida, y de querer vengar el amor, la pasión y el corazón sangrando de dolor, cuando se miró fijamente en aquel espejo, recordando siempre a la rosa entre sus manos. Cuando en el jardín del corazón tomó una rosa y se miró al espejo, recordando desde su interior lo que más pasó, en cada reflejo de su presencia con una eterna ausencia en que sólo se le advirtió al corazón llorar y con sangre. Cuando en el desenlace final de un mal comienzo se vió alterado el corazón reflejando un cometido dentro del mismo instante. Cuando en el interior se debió de cerrar el latir de un sólo corazón, cuando en el mismo instante corrió a ser como el mismo correcaminos en el mismo destino y en el mismo camino soltando entre la brisa del mar un bruma espesa y saltando en el corazón con un latido suavemente y delicado como el mismo pasaje de vivir, cuando fue a subir por el desierto fraguando en el mal comienzo de un deleite en el corazón. Cuando en el suburbio de la espera tan inesperada se tornó desolación y ambigüedad en el mismo desierto imaginativo que inventó Heriberto de la Cruz en el corazón de Violeta de la Paleta. Cuando en el instante se debió de encerrar el capricho de que el instante se alteró cuando se edificó el combate de ir y de venir lejos de los latidos del corazón y con dolor. Cuando en el momento su vestido se llenó de sangre y de la roja, del carmín del color de sus labios, y del color escarlata del pinta uñas de sus uñas. Cuando en el ambiente de su naturaleza se encerró el temor a ser devorada de pasiones buenas e intactas de creer en el amor a ciegas y con un eterno dolor en el mismo corazón. Cuando en el aire sucumbió en un sólo trance deleitando su perfecto acometido en saber que el destino era uno tan perenne como la rosa en el espejo en que ella, Violeta, veía su rostro con dolor. Cuando en el corazón se vé reflejado el dolor y más el desenfreno de ver el cielo en una cruel y más terrible tempestad. Cuando en el delirio se edificó el mal tropiezo de ella con Heriberto de la Cruz. Cuando en el desafío inconcluso en saber que el instinto se debió de amarrar el camino en la mala suerte de ver el cielo por el mundo mismo. Cuando en el desafío de ver el cielo en el mañana se edificó el camino en una muy mala compañía. Y fue la vindicta en que se dedicó la más fuerte de las esperanzas cuando quiso amar a puño y a espada su virtud de mujer dolida y abandonada en pleno altar. Cuando su delirio fue automatizar la espera de ver quién la amaba y quién no. Como si estuviera en contra la pared con una espada que soltaba en la inesperada forma adyacente de penurias sublevadas y de un mal comienzo en que sólo se identificó la venganza en creer en el verdadero amor. Cuando en el albergue del corazón se identificó como la espera tan inesperada de ver en el corazón un sólo latido. Cuando en el descifrar de un cometido de luz se enfrió el mal deseo de ver el cielo de azul y de una tormenta que se avecinó cuando más era tan inesperada. Cuando en el combate de ver el cielo de gris sólo se advirtió en la fuerza de ver el cielo una hoz sembrada y cultivada, pero, que no dió el fruto deseado. Cuando en el ámbito personal se identificó como el tormento o como el momento más cruel de la vindicta exacta de una cruel filosofía por vivir una vida sin fin. Y Violeta de la Paleta, se fue por el rumbo incierto, por la dirección mal infundada, y por el mal acierto, si cuando se fue Heriberto de la Cruz, dando vueltas hacia el tiempo sin horas perdidas, pues, su cometido fue tan herido como el haber sido un mal desafío en el frío. Y tanto, y por tanto, se fue por el torrente de sensaciones frías, cuando en el tiempo llegó como órbita que hoy atrapa el cuerpo en infinita traslación. Y su vestido, ¡ay, del cielo mismo…!, cuando fue tan blanco como las nubes de terciopelo, en el mismo instante en que se debate una osada osadía, que por el día se enfrió el desafío, de envenenar el cuerpo con sangre del dolor de una vírgen que fue abandonada por culpa de una venganza fría por parte del novio. Cuando fue dejada en pleno altar por el mal desconcierto de un hombre que le era infiel y ella, Violeta lo sabía. Y la rosa en el espejo, en el espejo donde ella Violeta de la Paleta, se mira fíjamente sangrando por un dolor tan perenne como el mismo amor que hubo en su pobre corazón. Cuando en la eterna razón se dió como una inevitable desazón de sentir y de percibir el frío como el haber sido incongruente en una sola mala salvación por haber dejado sin ímpetu la virtud y el candor de su propio destino sin un camino con calor del amor de un hombre que ella, Violeta juró que la amaba con todo el corazón.
Continuará…………………………………………………………………………………..