Era un jardín rebosante de colores y formas, resultado del esmerado y paciente trabajo su dueño, a quien la tierra entregaba en profusión ramilletes de las más bellas flores, Éstas eran pcomo niñas consentidas por él; nada más esplendoroso que verlas recibir los primeros rayos, reían con el viento, cantaban con la lluvia, las mariposas, las abejas y los chupaflores continuamente sobrevolaban tan suntuoso jardín; al anochecer besaban la oscuridad intensificando su aroma. Ahí en el brocal de la fuente reinaban las rosas, contemplándose en los ventanales platicaban los geranios, colgadas en los balcones se columpiaban las campánulas, escoltando los senderos inmaculadas azucenas alegraban el camino, todo, todo rincón estaba destinado a una especie y eran así un deleite para los ojos. Sin embargo la tierra no hace distinciones y entre toda esa comunidad floral brotó una hierba espinosa de color azul verdoso con hojas dentadas que creció dando unas pequeñas flores blancas; las demás, al verla comenzaron a cuchichear:
-¿Acaso nuestro querido jardinero no se ha percatado de esa planta? ¿Cómo puede permitir una hierba fea y espinoza en su jardín? Rosa es alabada por los enamorados, Lirio es espigado y elegante. Gardenia es apreciada por su aroma, todas tenemos atributos que nos hacen valiosas, pero, ¿y esa?
-Chicalote- Dijo silbando el viento a quien ningún cuchicheo se le escapa – ese es su nombre y toda ella es útil, por eso es amada.
Pasaban los días, como siempre, el jardinero prodigando sus cuidados a todas las flores, excepto a Chicalote que permanecía aislada en un rincón pedregoso del muro, casi oculta por los rosales y macetas.
-A ti nadie te querrá-le dijo Violeta- no tienes aroma.
-Y eres espinosa- agregó Dalia
-Pequeña y sin tallo- continuó Hortensia.
-Ya basta, hijas- replicó la Tierra- cada quien es como es y a todas amo.
Chicalote se entristeció por la actitud de sus hermanas, todas se alzaban orgullosas para recibir los primeros rayos del Sol, mientras ella tenía que batallar entre el follaje y las macetas de las demás.
-Mirenla -dijo Camelia- de padre sólo heredó el color, apenas si la mira…
-Silencio, hijas -interrumpió él, cortando la risa incipiente que ocasionó su observación- cada quien es lo que es y a todas amo.
Chicalote dejó de reír cada vez que el Viento pasaba rozando su rígido tallo mientras sus hermanas bailaban graciosas con su brisa.
-Miren - dijo Nardo - Chicalote está tan tiesa como una roca…
-Ya basta hijas - replicó él, silbando entre las hojas- cada quien es lo que es y a todas amo.
Un día llegó el jardinero con su hijo a a recoger todas sus flores para llevarlas al mercado.
-Miren –dijo Orquídea- yo adornaré el cabello de una hermosa joven y todos compararán su belleza con la mía.
-Pues a mí un apuesto caballero me pondrá en el ojal de su bolsillo para llamar la atención de las damas- contestó Violeta.
-Pero yo formaré el ramo de la novia durante sus nupcias y por mi blancura y su vestido, todos dirán que su alma se halla rodeada por las nubes del cielo- replicó Azucena.
-Ah, pero a mí una mujer me pondrá a los pies de una Virgen- continuó Gladiola- como se ofrenda el oro a los reyes terrenales para suplicar algún favor…
-¿Y qué? A mí me pondrán en un jarrón chino en medio de la mesa – interrumpió Dalia- y después del almuerzo alguien me admirará tanto que querrá plasmarme en un dibujo.
Cuando los hombres se fueron, Chicalote se entristeció al ver que ni siquiera se habían fijado en ella, pero en esos momentos llegó una abejita en busca de polen y al verla se acercó muy contenta.
-Éstos hombres, por poco me dejan sin alimento, gracias a Dios todavía estás tú.
Al poco rato, una mariposa se posó cuidadosamente en su corola diciendo:
-Qué barbaridad, éstos hombres por poco me dejan sin abrigo, gracias a Dios todavía estás tú.
No pasó mucho tiempo cuando un chupaflor voló amistoso a su encuentro.
-Pero qué hombres tan egoístas, se llevaron a todas mis novias, gracias a Dios te dejaron a ti.
Chicalote recuperó nuevamente la alegría, después de todo, ¿qué satisfacción más grande puede existir que la de sentirse tan útil?, el día que sus pétalos cayeron supo que sus semillas también servirían y se imaginó a sus hermanas agonizando en una cabellera, en un ojal de bolsillo, en un ramo de novia, en un altar o en un jarrón chino, sin más mérito que el de haber sido hermosas y, seguramente sin recibir un solo agradecimiento antes de caer marchitas en el suelo o en el bote de basura; en cambio, ella había dado de comer al hambriento, había cobijado al peregrino y había conocido el amor, volvió al regazo de su madre repitiendo: “Soy lo que fui y así me amaron”.