Veinticinco han pasado
y son tus primaveras
de colores hermosos los minutos
que has reído y llorado
lágrimas pasajeras
pero tu sacrificio ha dado frutos.
Hijo, mi hijo del alma
¡Cómo has crecido hidalgo!
Caminas con firmeza hacia la aurora;
con regocijo y calma
cada mañana salgo
musitando alegre… ¡Mi alma te adora!
La vida me ha premiado
dando hermoso tesoro
un hijo inteligente y muy sincero
querido y respetado
que vale más que el oro
y el cariño constante es tu vocero.
No tuerzas tu camino
frente a las tempestades,
camina erguido y siempre así… ¡Valiente!
construyendo el destino,
defendiendo verdades
y esquivando al sujeto que te miente.