Tiendo a pensar que un día fuimos uno,
no porque tenga en la mente
una imagen clara y fiel de nosotros
fundidos en algún tiempo,
sino por el miembro fantasma
que me deja tu ausencia
en la retina del ojo,
que se invierte afanosamente
intentando buscarnos en el recuerdo.
Tiendo a pensarlo y, al hacerlo,
noto la falta de roce en el picor
de mi mano, que se encoge, se alarga,
se retuerce ante el figurado
tacto de otra mano
que se adivina en la distancia.
Tiendo a pensar que lo fuimos,
aunque sólo lo intuyo, sin saberlo,
por los ya vividos segundos
que aceleran mi pulso en el metro,
o en la calle cuando, entre tanta gente,
aislándome el alma, te postsiento
y sobrevuelo por encima
de unos brazos unidos, de unas
frentes unidas, de unos labios unidos
que se me antoja pensar que eran
los nuestros, que en algún momento
quedaron suspendidos en los átomos
que forman cualquier otra dimensión
de espacio o tiempo.
Tiendo a pesar que fuimos uno,
aunque ya no sé, sin dudarlo,
si lo invento, si es deseo,
esperanza, anhelo,
o que realmente fue y ya sólo quede,
empañada, la visceral disección
de sus segmentos observados
en viaje astral desde muy lejos.
Hay indicios obvios que insinúan,
y a veces tiendo a pensar
y creo que es cierto
que en algún momento de este paso
fuimos uno, aunque no quede
ni el rastro real, ficticio, veraz, fingido,
insoportablemente indeleble,
de lo nuestro.
Luz De Gas