La profecía de infinitos lamentos ya es
- danzando sus ignotas proyecciones-
muy extrañas sibilas y zahoríes.
¿Qué dicen sus capciosas estrofas
arenosos espejismos sin paisajes,
murmullos de grillos y camoatíes?
¡Todo lo sabido! y mal interpretado:
las guerras culpa son de solo una enzima
y el resto de terrores, un dado colorado.
Las ciencias y los azares se replican
en laboratorios y campanarios
de paralelas latitudes norteñas
y meridianas longitudes orientales.
Torpes esoterismos de azabaches
de perspectivas algorítmicas inconclusas,
cegueras visibles -sin Cruz- para los males.
Repica en lo más alto del minarete
lánguida voz del perseverante muezzin
que tremola el tiempo del Ramadán.
Pocos escuchan al oído universal
¡lágrimas! “tierra líquida” derramante
voz de Bauman ...y de niños que piden pan.