Si nacen poetas tristes yo soy de esos.
Veo mi muerte y ya escucho las campanas
escucho en ese día, lúgubres rezos
palabrerias necias para siempre vanas.
Huelo la flor y la vela derretida
veo mi rostro detrás de los cristales
en mi ataúd sombrío, yazco sin vida...
pero afuera también murieron mis males.
Presiento descender al sepulcro frío
y sentir blandir la pala que rechina
anciosa por enterrar el cuerpo mío
siento tanta tristeza y... ¡la tierra encima!