Los sones nocturnos
por la calle estrecha,
de la caravana de muerte
que avanza muy lenta,
tocándose están;
los lúgubres ayes
de almas perdidas
que gimiendo están,
arrancan al pecho
temblores y llantos,
y tristes recuerdos
de la soledad.
La caravana que lleva la muerte
al paso de sones y ritmos cadentes,
avanza sin prisa por Calle Real;
niños y viejos miedosos escuchan
tañer las campanas del juicio final.
La noche…, la muerte…,
las liras y gaitas funestas…,
tambores y flautas…:
¡ya crujen los huesos silentes
al paso del ritmo marcial!
La espada de plata
con vivo reflejo reluce en la noche;
y la risa malhecha que luce la muerte
guerrera, al son de violines,
trompetas y flautas,
a niños y viejos miedosos
hace temblar, mientras avanza
muy lenta por Calle Real.