Nadie quiere a nadie
y es fortuito el pasillo
donde se abandonan múltiples
los trajes, donde se horadan
con las uñas, bajo el mantel,
caricias de un trono que se define
en el aire. Las niñas juegan
con materiales de porcelana,
los niños asumen la guerra,
en cada uno de sus laberínticos
juegos. Mientras, expresiones
circenses, multiplican los panes,
resumen el día a día, como los periódicos,
que se condensan en una mirada de ostracismo,
de pedigüeño-.
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