ALVARO J. MARQUEZ

EL SECRETO DE LA VIUDA

 

\"El muerto se pregunta con tristeza/ ahora que perdió su batalla,/ si debe creer más en el que reza/ o en el silencio del que calla\".

 

Estaban todos presentes, nadie faltó.

su esposa, su suegra y su suegro…

Todos preguntando cómo sucedió

y vestidos por completo de negro.

 

El sentido pésame se daban con abrazos

y la cara de consternación correspondiente.

Otros se quedaban cruzados de brazos

y otros esperando el chocolate caliente.

 

Alguien se apartaba con algo de prisa

pero sin abandonar su expresión triste

y al rato por ahí se escuchaba su risa

producto de algún disimulado chiste.

 

El lugar común se volvió algo infinito

cuando entre algunos susurros y miradas,

se oían expresiones como “quedó igualito”

y claro, la infaltable “no somos nada”.

 

Un individuo al que le quedaron debiendo

porque el muerto no le pagó antes de irse,

dijo,  - creo que entre llorando y sonriendo -,

que su cliente eligió un mal día para morirse.

 

La esposa lloraba y mostraba mucha tristeza

y de pronto una mujer se le paró adelante,

casi una modelo, desbordante de belleza

anunciándose de una vez como su amante.

 

Al principio todos creyeron que era mentira,

¿una amante él? No, de ninguna manera…

pero a los dos minutos llegaba una catira

y muy segura afirmaba que también lo era.

 

En los alrededores unos oían, otros miraban

y se acercaban a ver si se enteraban bien…

Para aparentar fingían que todavía rezaban

y murmuraban y sólo se les entendía “amén”.

 

El grupo de amantes continuaba creciendo

ante la cara de asombro de suegros y esposa,

aquello en verdad les estaba sucediendo

pero ella aún no se quería creer la cosa.

 

La viuda hizo un esfuerzo, no demostró celos

y se guardó su molestia en su mundo interno;

miró al cura y dijo “representante de los cielos,

me equivoqué, yo necesito es uno del infierno\".

 

Miró al muerto y exclamó sin siquiera llorar

“estás muerto y por eso sé que no lo dices”,

pero sabes bien que equivocamos el lugar,

éste no es sitio para todas estas meretrices”.

 

Dijo a todas que no estaba triste en lo absoluto,

que es una mujer que para cosas así se presta

y que ya no pensaba guardar ningún luto,

que por el contrario, haría tremenda fiesta.

 

Que sería además, con orquesta en vivo

para que el jolgorio fuera muy obvio…

Que el director de orquesta era atractivo

y para más señales, también era su novio.

 

Y miró al difunto y dijo que no quedó igualito,

que a ella le parecía que ahora estaba más feo.

Que ni lo iba a enterrar y lo dejaría allí solito

y que lo enterraran las putas si ése era su deseo.

 

Original de Álvaro Márquez

Caracas, Venezuela

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