Fátima Aranda

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Me está ocurriendo noviembre.

Ha llegado sigilosamente, 

como de puntillas,

como es habitual en él,

intentando pasar desapercibido. 

Escondido detrás del décimo de la fila

ha aparecido, enmascarado,

simulando no querer sembrar

desorden a su paso.

Pero se disfraza, lo creemos dulce

por sus colores melancólicos,

lo aparenta, es cierto, pero engaña.

En secreto enciende velas aladas

sobre cuencos de aceite,

custodia almas rellenando los huesos

que apenas les deja e inunda

de perdularios las calles.

Finge fragilidad

pero hace llorar a las nubes

y desnuda sin piedad

a las quebradizas ramas

de los árboles; y, finalmente

cuando decide irse, 

en su estela lleva colgando,

amarradas, latas y latas

de corazones rotos inundados

por el gélido petricor ocre

de su devastadora tristeza.

Luz De Gas