Me está ocurriendo noviembre.
Ha llegado sigilosamente,
como de puntillas,
como es habitual en él,
intentando pasar desapercibido.
Escondido detrás del décimo de la fila
ha aparecido, enmascarado,
simulando no querer sembrar
desorden a su paso.
Pero se disfraza, lo creemos dulce
por sus colores melancólicos,
lo aparenta, es cierto, pero engaña.
En secreto enciende velas aladas
sobre cuencos de aceite,
custodia almas rellenando los huesos
que apenas les deja e inunda
de perdularios las calles.
Finge fragilidad
pero hace llorar a las nubes
y desnuda sin piedad
a las quebradizas ramas
de los árboles; y, finalmente
cuando decide irse,
en su estela lleva colgando,
amarradas, latas y latas
de corazones rotos inundados
por el gélido petricor ocre
de su devastadora tristeza.
Luz De Gas