Un día tan lindo con amigos
después de recorrer una larga trocha
llegamos al paraíso,
no estaba el león comiendo junto al cordero
ni el sendero iluminado a mil focos amarillos,
menos aún estábamos desnudos
éramos unos ovillos de ropas,
sin embargo nos sentíamos ligeros.
No había animales como se citan en la Biblia
solo unas cuantas aves nos daban los buenos días,
devoramos todo así como gigantes,
se ahogaron nuestras gargantas
Con aguas doradas,
ya éramos gula personificada.
En la noche todo era negro
en la entrada dos faros blancos
nos daban la bienvenida,
pareciese que entrábamos al mismo infierno,
el cancerbero no daba tanto miedo,
pues una de ese trio de cabezas
que eran a la vez diferentes
le faltaba un par de dientes.
Supusimos que había mucho fuego,
no había ninguno,
solo el que salía de nuestras bocas,
por una noche nos convertimos en dragones,
no teníamos garras,
ni casas como escamas,
nuestras palabras quemaban y
dejaban costras deformadas,
unos versos incendiarios
que se esfumaban,
en esa noche que ya extrañaba.