Amo su mirada mezclada entre inocencia y picardía,
un suspiro tímido y a la vez temido,
un silencio intimidante que apaga mi voz,
su mirada cristal el espejo de mi sonrisa.
Su voz tranquila destila miel,
hasta calmar la ansiedad de mis mañanas,
el viento frío de la incertidumbre
desaparece con la cálida brisa de su perfume.
Amo cada instante de su tiempo
aunque a su lado cada hora es convertida en segundos,
su presencia cambia mi estado
pinta mis nubes grises por el azul del océano.
Un día ausente de su esencia
es como el verano sin el viento,
el invierno sin la lluvia y la noche sin estrellas,
¡ella es la mujer que siempre amo!