Bebí en la fuente olvidada un sorbo del silencio
que brotaba de lo más profundo de la tierra,
eran las amargas lágrimas que un día vertiste
en el blando lecho de aquella playa desierta.
Los dorados suspiros que herían el aire
en aquella apacible tarde de primavera
como urentes flechas en mi árido corazón
se clavaron helando la sangre de mis venas.
El gélido adiós que salió de nuestros labios
antes de que el oro de la tarde se muriera
se fue llorando en los brazos del céfiro
para ocultar en la quietud su amarga pena.
Hoy he vuelto a beber en la fuente del olvido
un sorbo de aquel silencio que a mi alma aqueja
y unos dorados suspiros me han hecho olvidar
el gélido adiós de una tarde de primavera.
Aromas de nostalgia