La felicidad se asoma como un niño con hambre,
me mira y se esconde,
en la madrugada se desliza por debajo de la sabana,
me mima y me abraza.
Sus mejillas frías y su ojos brillantes mi dolor apacigua,
me envuelve, me arrulla,
el calor de sus suspiros me libera,
su hoguera me abrasa.
El carmesí de sus besos, se roba el dolor,
soy frágil a su contacto y aprovecha mi seísmo,
juega con mi aliento,
se deleita con mi semblante ufano.
¡Está hambrienta de mi!