No me has dicho Malaquías aún
cuál es el secreto y fétido refugio
de tu vacua e insana hora del betún,
ciega oscuridad de todo vil artilugio.
De qué huyes que el día es claro
y las corolas danzan sus pétalos,
floral gratuidad , desidia del avaro
en la ruin asamblea de los malos.
No diste el abrazo al doliente
que su dolor volaba inconsolable
y gozabas con la herida tridente,
tan afilada punción irreparable.
Brotan de las sombras ficticias
dando pena el marfil de tu sonrisa,
de nada valdrán falsas las caricias,
tampoco el infortunio de la sacerdotisa.
¿Qué has hecho, inicuo malvado?
tan natural que conduces tu deriva
desde ese cruel mandato enmascarado
falsamente redimido en obediencia debida.
Te ha resultado fácil justificarte
en pérfida ideología sin cimiento
que maléficos consiguieron hospedarte,
sin apremio, sin barato remordimiento.