Día gris…
se eclipsó mi corazón con la noticia.
Me invadió una aflicción inconsolable,
fue un impacto inesperado…
que en un instante apagó las alegrías.
Nadie estuvo preparado.
La tragedia despiadada se interpuso,
y manchó con su dolor todo a su paso.
El silencio espantoso se enroscaba con la angustia…
y el estruendo retumbante de esta pena…
se regó con indolencia.
Hubo un grito anunciando su impotencia,
invadió con su amargura los espacios,
se ahogaba con el llanto incontenible y derrotado.
Fue la muerte la culpable…
pues había elegido a un indefenso.
Muerte cruel e indomable,
garra absurda inconsecuente,
te has fijado en la inocencia,
en la sonrisa espontánea de sus años,
en su blanca timidez...
de pasitos delicados.
Hoy el cielo se alborota,
y las nubes se han teñido de penumbra,
oscurecen con enojo tu presencia…
te rechazan.
Pero vienes con fiereza inusitada…
a espantarnos nuevamente…
y te llevas a la luz de nuestros días,
al pretexto que tenía de vivir,
a la excusa de soñar,
a mi única razón de continuar.
Te prendaste de su dócil hermosura…
encaprichado con quitarle su donaire.
Lo elegiste…justo a él,
te sedujo lo impecable de su alma,
y obstinado le robaste su calor…
le apagaste la ilusión…
convencido que has matado a tu elegido…
y no fue así…muero yo…
lastimaste con venganza mi abatido corazón…
y he muerto en vida.