No padezco hora sabatina más triste
sin el grisáceo frío temblor del crepúsculo,
momentos del alma, que ni su calma resiste,
la braquial y tan cansina fatiga del músculo.
Manecillas exánimes cuelgan del lujoso reloj
chorreando los números desde la pálida esfera
cuando la luz natural casi vencida se embarcó,
rumboso candil de la noche en mortífera espera.
Un naciente mundo marca ya diferente su ritmo
despertando veloces luminarias de alarmas nocivas
tropeando circuitos de delincuenciales alternativas.
Derrapan las cifradas fórmulas del nuevo algoritmo
lucrativa asunción hegemónica de las indóciles vetas,
azarosos íconos negros y rojos, atrapante ¡Diosas ruletas!