En este dormitorio, de podredumbre
insatisfecha, con contagio de palabras
y aniquilaciones de sospechas, hay, sí,
sobre todos los muebles, hospitalarios
resortes que producen ruidos enormes,
y bocas despedazadas que emiten su sonido
de caracol sustituido.
Lluvias insondables corrompen latitudes
de insomnio, documentos desplegados
como sábanas de un cuarto despiadado.
Se buscan los rostros emergidos del frío,
las caras purulentas llenas de acné sostenido,
inabarcables canciones de solidaria manufactura.
Solitarios tabiques esculpen en el techo
sus dilatadas serpientes de barro-.
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