¡Oh, líquido inflamable!
Que enardeces mis venas de amargura,
las rasgas como el sable,
vertiendo cual pintura
la sangre contagiada de locura.
¡Suave tacto agradable!
Caricia de la piel en su tersura,
dureza impenetrable,
selvática espesura
que recorren mis labios con dulzura.
¡Oh, mujer insaciable!
Seducirte es fascinante tortura,
el riesgo inevitable
en esta singladura
de la lucha sin cuartel ni armadura.
¡Oh, vicio saludable!
Que en versos te derrites con finura,
tal barro moldeable,
y libre de atadura
fabricas del amor bella escultura.
¡Oh, infame maleable!
Al fondo de tus ojos, su negrura,
mujer inalcanzable,
rayana a la pavura
del hechizo versado en la impostura.
¡Oh, rictus adorable!
Delicado y repleto de ternura,
el arquetipo amable
de la virtuosa pura
que esconde su mejor caricatura.
¡Oh, virgen admirable!
Por tu desdén me encierro en la clausura,
si bien indispensable
concurra la tonsura
y mi seso se cegue en la diablura.
¡Oh, no se qué es más fiable!
¿Rezar o envilecerme en la conjura?
Ruego lo aconsejable,
que pierdo la cordura,
y solo su dulce beso es mi cura.