Naufrago entre horas que golpean mi barco,
los días navegan en parajes sombríos,
a la deriva descienden los grados,
ya no siento frío, en cambio aún oscilo
entre el calor de las llameantes velas
de mi carabela corroída por el óxido,
está ardiendo mientras se congela
al llegar a vil espacio inhóspito.
Perdiendo el norte me encuentro,
siendo opuesto a cualquier polo,
ni tan siquiera el gran Marco
capaz sería de a buen puerto
arribar completamente solo.
Abrigado por vendavales gélidos,
el silencio es vociferante,
el capullo se queja mucho.
Y pregunta delirante :
¿Por qué estando él delante
me callo y escucho?
¿Acaso no tenía cosas que contar?
¿Si no tengo recuerdo por el que mediar
por qué seguir abatido?
Obvia que con el agua al cuello, casi hundido,
se torna difícil de forma inteligible hablar,
además una vez un viejo amigo me dijo
si en la vida quieres aprender,
cuando te hablen es mejor escuchar