Carlos Eduardo

Gracias a todos los que me han pedido que no me ausente porque así les daría en el gusto a los nefandos

 

Alucino, tiemblo,…

es la fiebre me dice,

cómo,

si estoy muerto,

es una tortura encontrarse

con asesinos, usurpadores, …

mala calaña,

este mundo tampoco es mi mundo,

no es solución;

 

dónde está la gente,

aquella querida, transparente, dulce y amable;

 

que estrecho es este patio de avisperos,

no hay nadie digno,

aquí la muerte es como la vida,

huele siempre mal;

siguen mostrando sus enormes defectos

orgullosos,

verdaderos esperpentos,

grotescos, absurdos,

se mantienen tal cual como fueron;

 

la diferencia es que se es vulnerable,

se está a alma desnuda;

 

hay un abismamiento,

no por amor ni odio,

sino por lo eterno de la problemática humana

tal cual la conocemos,

suplicio inmodificable.

 

Sin escapatoria,

monótono, aburrido,

carente de todo.

 

Obnubilado y triste,

busco y rebusco;

 

las ánimas actúan

como si estuvieran

en sus lugares habituales,

locura perenne.

 

Seres mecánicos,

rutinarios, malditos…