“La de llama imploradora . . .”
Semi cónica muy lisa,
cilíndrica, se desliza
entre rezos, peticiones,
suplicantes oraciones.
Metida dentro de un vaso
de cristal le da un abrazo
a la fe, dicha, esperanza,
la caridad, la bonanza.
Gracias al más fiel cerillo
tiene prendido el pabilo,
arde con candente flama
flamante, cálida llama.
Ya puse mi veladora
esa tan imploradora
para Dios por siempre Eterno,
al que siento muy fraterno.
Para la Virgen bendita
que, en vida, se necesita,
para el Santo preferido
de corazón requerido.
Además de algún milagro,
cuando la enciendo pido algo
por familiares, amigos,
ruego con fe sin remilgos.
Que estén con bien, con salud,
que su alma tenga quietud,
la prendo con devoción
suplico por mi nación.
Que haya trabajo, progreso,
en general pido eso
con sentimiento profundo,
hoy, ruego por todo el mundo.
Que no suframos más penas,
ni propias, tampoco ajenas;
en un proceso tranquilo
el fuego quema el pabilo.
Eso sucede y sin falta
la llama se sobresalta,
como que tímida ondea,
luego, hasta se bambolea.
Entre unos tiernos reparos
le salen humitos raros,
parafina desvanece
solidez, por fin, fenece.
La ausencia queda latente
triste olor impregna ambiente;
encendamos veladoras,
las ceras imploradoras.
En iglesias, en altares,
su luz llegue hasta otros lares,
a los recónditos huertos
donde moran nuestros muertos.
Que velen perenes sueños,
el letargo de sus dueños,
que hagan clara la penumbra,
el cielo también se alumbra.
Plegarias las acompañan,
el fervor, piedad, nos bañan,
para éllas va esta endecha
que no se apague su mecha.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad de México, a 14 de noviembre del 2020
Dedicado a mi abuelita Juana Rivera de Aranda (QEPD)
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)