Alberto Escobar

Picoteando

 

¡No se puede tené má harte!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ande yo caliente, ríase la gente —como con gracia citaba mi gran
referente poético Don Luis—, que con unas pastas y buen caldo
caliente el estómago se asienta y riente se manifiesta en todo su
ardor, y diligente. Ya lo decía también el más loco de los locos que
ha parido la literatura, que la salud se fragua en la oficina del estó-
mago.
Vayamos al turrón —como ya aludí en un pasado episodio— y comi-
dámonos en el yantar que en lo breve, si bueno dos veces breve —
como otro santo barón de las letras ya dijera —¿o era al revés?—.
El caso es que andando en mis andanzas lectorales con esto del ca-
ballero de la triste figura, en uno de sus sustanciosos diálogos con
su orondo y basto escudero le tercia el susodicho dicho que se tiene
desde entonces por aforismo dentro de las artes culinarias y dietéticas:
efectivamente, «la salud se fragua en la oficina del estómago».
Al tenor de este sabio dicho puedo añadir que —por experiencia propia—
si no contentamos a la pléyade biótica que nos pueblan los bajos cauces
de nuestras tripas estaremos condenados a una cadena perpetua que aca-
bará deseando negra sentencia; que se lo digan al populoso Nietzsche,
desgraciado en la salud, y eterno en las neuralgias cabeceriles cuyo prin-
cipio se sospecha en esas dichas tuberías, no mantenidas de probo.
Procuremos —y yo el primero— ir por la senda constitucional del buen
orden y concierto en el comer —parafraseando al malhadado Fernando el
séptimo cuando tuvo que hacer de tripas corazón con la carta pepesca—.
Cada día —sin que falte ni medio— me desayuno con buena fruta y buenos
lácteos —y también, ya olvidaba, buenos cereales en forma de pan llevar o
de deliciosos copos— y sigo con lo salado a media mañana para arrostrar
los deberes trabajeriles con las garantías de un toro.
Eso sí, buen descanso y ejercicio, que el cuerpo —y en particular el estómago—
agradecerá grandemente.
Bueno pues, dejemos la perorata y vallamos a la práctica.
Si me disculpan voy de peregrinaje a la despensa.
Que aprovechen.