Ernesto de la Campana siempre lleva prisa al caminar para poder estudiar con Aliona Escalera, o se le hacía tarde. Dos niños jugando a ser grandes. Se decía la Señora Escalera, cada vez que le miraba los ojitos prendidos y tan despiertos a Ernesto de la Campana, si era la madre de ella, la cual, mira a Ernesto estudiando con Aliona. Un día salió corriendo de la escuela y le dijo a Aliona que…
-“Oye, vamos al cine a ver la película que está de temporada…”-,
Y Aliona, cada vez que él le nombra cine es sólo para dos cosas: comer “popcorn” y lanzarlos al aire, y ella le dice que…
-“Vamos otro día Ernesto hay que estudiar mucho…”-,
Los dos se toman de la mano y cruzan la vereda o senda que hay que caminar para llegar hasta el hogar de ella. Y eso era lo que más le agrada a Ernesto, tomar esa mano con calor y sudar con ella. Un día, el muchacho sintió un cariño muy especial por ésa niña, y no sabía como se llamaba, si era cariño, amistad o amor. A Aliona Escalera sus cabellos parecían rosas perfumadas, el niño Ernesto de la Campana le olfateó sus cabellos y quedó más enamorado de ella. Ahí, es que comienza un altercado entre el corazón o la amistad. El niño se debate entre la amistad de Aliona o el verdadero amor por Aliona. Un día, al salir de la casa, ella lo toma de la mano para cruzar la avenida hasta llegar a la escuela. Y, ahí, es que él supo cuánto la amaba. Era un amor silencioso, de esos callados, tranquilos, venerando su rostro, sus aromas y más su esencia y calidad de niña la que le enseña a Ernesto con carcajadas infantiles lo que era el amor real. Él, lo sintió en su pecho, y más en su corazón. Y Aliona para él lo era todo, y más que eso era su propio corazón. Él, por retraído y callado nunca le cuenta de sus sentimientos hacia a ella. Siempre hubo algo una conversación sin terminar o un momento en que no le podía expresar sus sentimientos hacia ella, hacia Aliona. Cuando en un momento de la vida quiso decir y expresar su amor siempre había algo que se interponía entre los dos. Cuando en el tesoro de su propio corazón sólo creyó en una sola cosa: que siempre su amor permanecería con ella, con Aliona. Un día habló con Aliona. Y le preguntó…
-“Oye, Aliona tú sabes, ¿lo que es el amor…?”-,
Y Aliona sonrojada y pícara como a ella la caracteriza le dijo que…
-“Ay, Ernesto, no, mira los mapas, aquí está Europa…”-,
Se entretuvo bastante en las asignaciones con Ernesto y supo algo, que los niños no se deben sentir grandes, pero, nunca se imaginó del amor tan grande que existía en Ernesto, el niño, y compañero de sus estudios, al que le toma la mano al cruzar la vereda y subir el umbral de la vida sólo se veían los dos. Y llegando a amar, sólo se obtuvo una caricia, un deseo y una pasión escondida en que sólo el niño vivió amando a Aliona Escalera. Y solamente él, la amó callado, tranquilo y tan sosegado en que sólo vivió un romance, en el cual, él la quería amar y cada vez que quería decir y expresar su amor, algo interrumpía, si sólo se vió como el principio en que sólo el destino se necesitó para saber que sí la amaba y con todo su corazoncito. Cuando en el ritmo de la vida y se veía que el silencio se acercaba como un eco silenciador que lo mataba aún la memoria al recordar a su amor Aliona. Y más quedó como la paz de un silencio total que lo hería en su forma de sentir el amor en su corazoncito. Y mientras más crecía él, Ernesto de la Campana, más se enamoraba de la niña preciosa llamada Aliona Escalera. Cuando en la mala situación se vió la forma de atraer el destino frío e impetuoso, cuando la niña no percibía ni la sombra de ese amor en su interior. Cuando en la alborada se electrizó la forma de ver el sol como su amor total en el corazón. Y le dice a Aliona, Ernesto de la Campana…
-“Aliona, te quiero decir algo muy íntimo…”-,
Ya habían pasado como dos lustros de inviernos, desde que por primera vez Aliona lo tomó de la mano para cruzar la senda o avenida para llegar hasta la escuela. Él, sólo quería demostrar su amor entero por Aliona, la niña que le había robado su corazón, pero, el miedo y el temor y las malas circunstancias se debió a que la niña Aliona Escalera no supiera nunca de su amor por ella. Si Ernesto de la Campana, sólo quiso ser el niño con más amor que nadie y que nunca en su rico corazoncito por el amor a Aliona. Y en otra ocasión le dice Ernesto de la Campana a ella que…
-“Oye, niña hermosa, ¿por qué no crees en mi… en mi…?”-,
Y Aliona Escalera lo interrumpe y le dice que…
-“En mi, en mi ¿qué...?”-,
Y Ernesto de la Campana, sin ser tan tímido le dice a ella…
-“En mi libreta, lo que escribí acerca de los mapas de Europa, ¿te acuerdas cuando pequeños, pues, escribí…”-,
Y algo interrumpe a Aliona Escalera de quince años de edad… y fue su madre la Señora Escalera que le preguntó que si desean un refresco…Y Ernesto de la Campana en su mente, se dice que -“escribí te amo Aliona…”-,
Aliona Escalera sólo se sintió incómoda, pues, el aire y el frío hacía de lo suyo, y Ernesto de la Campana, le ofreció su abrigo, lo único que tenía para abrigar, pero, ella sólo buscó frisas que los cobijara mejor. Entre esos dos lustros de inviernos, pasaron muchas cosas, desde que el niño creció y se hizo todo un hombrecito, pero, amando todavía y más a Aliona Escalera. Cuando en el corazón no mentía ni guardó el más terrible de los momentos. Cuando en el ocaso se sintió como el suave desenlace o el final de un instante en que sólo quería él, Ernesto de la Campana, casarse con Aliona Escalera. Sólo fue un amor tan inmenso, como callado, desolado y triste. Y converge sólo en el juego del amor, sin abrir una incógnita y sin saber el final. Cuando en el suburbio de la insistencia sólo se debió de creer en el verdadero amor callado y desolado, triste y convidado. Cuando en el temor de ser despreciado, sólo él, Ernesto de la Campana, sólo quiso callar su amor por ella, por la niña de sus ojos y más por su corazón roto y en pedazos y todo por un amor perdido y no correspondido. Cuando Ernesto de la Campana quiso ser el amor real y verdadero de Aliona Escalera, fue que no hubo tiempo ni condonación en su corazón. Cuando en su interior hubo dos lustros de invierno en que más amaba a Aliona Escalera, pero, no pasó ni pasaba nada. Cuando ella ni se daba de cuenta del amor perdido y real de Ernesto de la Campana.
Una mañana despertó la niña soñando con Ernesto de la Campana, y se dijo para ella misma que, -“ay, no, qué pesadilla tan inmensa…”-, y se dió un baño y no quiso ni recordar el sueño. Cuando la niña pasó por la casa de Ernesto de la Campana quiso llamarlo y ser la mejor amiga de él, pues, también lo quería, pero, como un amigo y nada más. Pasaba el tiempo y más el tiempo, el niño cansado de decir y gritar que él la amaba a pulso a pulso y con una gran pasión en el corazón no se hizo esperar más y cuando se lo iba a contar llega la madre de ella la Señora Escalera y les hizo una invitación salir a correr bicicleta por el barrio. Ellos dijeron que sí, pero, ella aunque no quería pasear como quiera paseó. Cuando de pronto él, Ernesto de la Campana, tuvo la oprtunidad de expresar su amor a Aliona Escalera, llega un niño con un helado y le dice que lo ayudara con el helado. Aunque Aliona Escalera era muy inteligente nunca supo ni se dió de cuenta de todo ni de nada de su amor pasional de Ernesto de la Campana, desde hacía muchos años atrás, o sea, desde niños. Cuando ella lo tomaba de la mano para cruzar la vereda y la avenida hasta llegar a la escuela. Ella Aliona Escalera, servía de umbral o de un peldaño el que siempre Ernesto de la Campana siempre cruzaría e iba a saltar de la mano de ella de Aliona Escalera. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo se llevó una osadía preparada pàra combatir en el amor perdido y querido de Ernesto de la Campana. Cuando en el ocaso se dió todo un sol nuevo en compañía de la sola soledad cuando Ernesto de la Campana, se electrizó la manera de ver el cielo en la mirada de Aliona Escalera. Y sí que lo vió tan hermoso y radiante cuando en el cielo sólo en el cielo se conllevó una sola sustracción de ver el sol en el ocaso cuando ellos salieron de paseo a correr bicicleta. Cuando ocurrió un sólo desafío en nunca saber la verdad del amor verdadero de Ernesto de la Campana, cuando albergó un corazón amando en un sólo destino, y en un sólo camino. Cuando en la mañana y en la alborada se vió a todo un sol, pero, con lluvia, que por el día anterior se vió el ocaso en el cielo, pero, sin decir la verdad Ernesto de la Campana, cuando no expresó ni confesó su amor entero a Aliona Escalera. Cuando en el artefacto de su corazón se identificó la forma más atrayente de ver el cielo en la mirada de Aliona Escalera. Cuando en el ámbito superficial se hizo como ver el cielo con lluvia con un torrente de aguaceros cuando Aliona Escalera, se identificó más y más, como una lluvia en lágrimas de Ernesto de la Campana, porque cuando quería no podía y cuando podía no quería decir la verdad a Aliona Escalera. Cuando entre la vereda en cruzar para llegar hasta le escuela, Ernesto sólo le decía cosas tan sabias, como por ejemplo, estudiar el exámen que tenían en el día y a ella a Aliona Escalera le agradaba más y más, y le gustaba más su inteligencia, pero, nunca se imaginó que su amor sería tan grande y tan inmenso como el haber sido tan cobarde como el haber perdido a su gran e inmenso amor el de Aliona Escalera. Cuando ellos dos crecían en tamaño, en edad e inteligencia, y sabiduría y tenían más vivencias ambos y eran muy guapos, porque en verdad que eran hermosos los dos, pero, eso no era atracción física sino amor en el corazón y ella no sentía nada por él, sólo que lo quería como un buen amigo y así crecieron los dos, queriéndose como amigos y con una gran amistad. El amor era otra cosa, para ella, para Aliona Escalera, era sentir el cosquilleo en el estómago y saber que sería amada como toda una princesa, pero, no sabía que su príncipe era Ernesto de la Campana el que la amaba así y en silencio con un amor callado.
Cuando Ernesto de la Campana, sólo hizo un corazón en la arena marcando territorio amoroso, sólo se le vino a la memoria su nombre y también lo escribió. Y permaneció allí un rato en la playa, por donde miró al cielo y vió una paloma volar y también se imaginó lo mejor con ella. Cuando en la noche se vistió de amor y de pasión buena, cuando en el alma se fundió de fríos y de calores como el haber nadado en esa ola en el mar abierto. Y volvió a sentir a Aliona dentro, en su interior, y recordó lo que escribió en ese día en la arena. Cuando en la arena se volcó por el aire en duna como las de un desierto imaginativo. Cuando en el aire se sintió como si fuera una ola en aquel mar abierto. Cuando en el alma se presintió como el suave desenlace o final tan impetuoso de nunca decir su amor a Aliona Escalera. Cuando Ernesto de la Campana, sólo se debió de alterar su sentido en un sólo latido fuerte, como el de saber de sentir y de percibir el mismo instante en que el destino es el camino frío y sin amor que sea ardiente con la misma fuerza. Cuando en el camino se debió de aferrar al corazón solo e inerte y tan frío como el mismo pasaje de vivir sin Aliona Escalera. Cuando en el recóndito del corazón sólo fue fastuoso como el alma con luz, de la inerte y fría y descendente luz. Cuando en la mañana se forjó una ilusión nuevamente cuando quiso en un pergamino escribir a Aliona lo que quería decir y expresar su solo amor y con una pasión con emoción. Y escribe el pergamino, pues, su casa se hallaba cerca y tan cerca como el latido de su pobre corazón en su misma sensación. Cuando en el alma se le dió una corazonada figurando en el corazón una fuente de agua dulce en que él deseaba beber de ella. Cuando en el aire se dedicó a rozar en el tiempo como a la misma piel, cuando él, sólo quería amar como el mismo aire rozando a la misma piel. Cuando en el desafío o en descifrar lo acostumbrado en el tiempo, se dedicó a ser como el mismo instante en que sólo se debió de sentir en el corazón la misma fuerza por amar a Aliona. Y escribiendo el pergamino sólo sintió un deseo en volver a amar a Aliona con su solo pensamiento y su sola emoción. Cuando en el aire sucumbió un mal desenfreno de creer en el amor a toda costa. Y se fue por el laberinto inerte e impetuoso en saber que el destino es el camino frío. Cuando en el tiempo sólo se edificó su manera de creer en el mismo camino como el mismo final o desenlace tan muerto como su frío y álgido corazón. Y lo escribió como esperando lo inesperado, lo inerte y lo trascendental, como la misma fuerza en el latido del corazón, pero, con la misma fuerza en el puño quien escribió el frío, pero, siendo un certero pergamino. Y sí, que lo envió a través del correo de cartas, donde se enviaban los pergaminos hacia otro lugar. Y lo recibe la Señora Escalera, pero, no, nunca Aliona lo recibe, lo dejó encima de la mesa y el viento lo hizo volar hacia debajo de un mobiliario viejo. Él, se hallaba nervioso cuando vuelve a ver a Aliona, cuando se da de cuenta de que ella nunca leyó el pergamino, porque no recibe contestación al respecto de su amor incondicional. Cuando su esencia se hizo como la ausencia e inerte de frío quedó esperando una sola respuesta de parte de Aliona Escalera. Cuando en el primer amor fue Aliona, y nada más que ella. Cuando en el alma se debió de creer en el desierto, o en la duna aquella que hizo cuando al arena se volcó o se revolvió con el aire, cuando el nombre de Aliona Escalera quedó a la suerte o a la deriva. Cuando se fingió el ademán desértico como errático fue su mala presencia en el amor funesto y aciago. Cuando se sintió áspero e indeseable con ese amor callado en el alma y más en su corazoncito. Cuando en el instante se debió de creer en la mala o en la buena suerte de creer en el amor sin ser correspondido. Y fue tan prohibido el amor de él, de Ernesto de la Campana, en su corazón que se fue por donde sale el sol en el amanecer, y con todo su ser en el alma muy dentro. Cuando aquellos dos lustros de invierno llegó el tiempo en que cumpliría con su corazón si pasó el tiempo y por demás la mala ilusión en el alma y más en su corazón. Cuando en el coraje de amar se creó una muralla dentro de su pobre corazón y su razón en decir y expresar su amor a Aliona Escalera, cuando en el pasaje de vida y de más vivir quedó su esencia en una cruel ausencia cuando Aliona Escalera ni se imaginó que Ernesto de la Campana la amó con tanta ilusión. Si después de haber escrito el pergamino no supo más de él mismo, cuando sólo quiso ser como ave que vuela lejos buscando alimento y un hogar, cuando en el aire quedó el frío inerte entre sus alas mojadas con esa lluvia que le hizo descender hacia el suelo. Y amando lo que sería en el amanecer como todo un sol al mundo, sólo se llevó una mala sorpresa y fue que Aliona encontró un amor. Cuando la vé con otro hombre, pues, ella era soltera y la muchacha más codiciada de la escuela, y se encontraba conociendo a otro hombre en su vida, pues, era corta la vida, pero, funesto el amor de Ernesto hacia ella. Cuando en el alma sólo se debió de entretejer la pasión y el amor en el corazón, pero, se sintió solo y tan amargo como la misma hiel. Cuando en el silencio se debió de alterar la cosecha de creer en el amor a toda costa y sin poder saber del mal desenlace o un final tan cruel como la misma mala vida en el camino. Cuando el amor callado forjó un mal destino y un camino sin poder él, Ernesto de la Campana seguir más.
Continuará……………………………………………………………………………………..