El gris noviembre del año veinte ya nos promedia,
lumínicas las calles se arrullan de íconos navideños
apremios de estéticas medrosas en tiempos de pandemia
transporte del rebaño virósico con sus miedos extremeños.
Guirnaldas barrocas cruzan el bar en el estilo rojizo de Noel
y el albo repostero amasa el ritual del serial budín inglés;
concurso de rutinas de los Master Chef del pituco Hotel,
destrezas diferentes del buen año anterior: ¡ este ya no lo es!
El viejo infectado y febril muere solitario en el Ce.Te. I.
el adulto condenado ora sedado la sagrada providencia
el joven pierde costumbrismos , aplazado en el presente de su ahí.
-“Feliz Navidad”, y la llorosa plegaria suena con hueca estridencia.
Siglos pasados sufrieron mórbida e inclemente la peste:
bubónica, amarilla, cólera , española y la porcina
que circularon invictas y aeróbicas del Norte y del Este.
Magos, dioses y científicos, atados, defendieron la Vida.
-“Feliz Navidad!”, sacrificado cordero, será otra vez villancico
y las queridas viejas octogenarias su coro senil cantarán
-mientras el perro asustado, embadurna el húmedo hocico-
predictora y metafísica estrofa que nunca más callarán:
-“La Noche Buena se viene
La Noche Vieja se va
Nosotras nos iremos
y no volveremos más … “