La amé con locura, de forma candente,
con alma completa, sensible y ferviente.
Jamás mis delirios, con alas astrales,
se fueron bordando de blancos rosales;
igual que las tardes, con tiernos rituales
de amor y de gloria, con besos sensuales.
Me dio su caricia tan dulce y divina
llenando mi vida de luz cristalina.
Ahora en mi hastío, brutal y doliente,
me azotan las penas con fieros puñales
que hieren mis sueños con sed asesina.
Contemplo esperanza tan mustia y cetrina,
sin luz y sin brillo, flotando en marjales,
que apagan su flama que fue tan ardiente.
Y aquella ternura, de piel ambarina,
perdió su frescura tan tersa y prístina.
Hundido en los cierzos de los pantanales,
me invaden a diario, tormentos fatales,
que traen espinas, que forman caudales
de míseros trinos, de tristes zorzales,
que observan se esfuma la cálida fuente
que fuera de versos, gloriosa vertiente.
Autor: Aníbal Rodríguez.