Hice una canción
con las hojas de un cuaderno que una vez
dio morada a unos versos que guardé
sanando fragmentos de un adiós.
Hice una canción,
sonará a ritmo jovial en su vejez
describiendo aquel pasado de los tres,
tuyo, mío y del amor que nos unió
No cuenta del temor a enamorarte,
ni de ese dolor que en alguna parte
huyendo del presente se perdió.
No esconde más heridas, ni rasguños,
ni mancilla con la tinta del orgullo
al amor que nos vistió
Lidia, el diario que redactamos tú y yo,
guarda páginas en blanco que los dos
descuidamos de un sueño que no se escribió
Aún flota en cada margen nuestro amor
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Iba a narrarte la canción
entresijos de aventuras que inventé
al descubrir desnuda a mi idiotez
pintando una sonrisa a tu puesta de sol.
Y va a contarte de los cambios de postura
practicado sin vergüenza en las alturas
por dos aves que perdieron la razón
Entre horizontes envueltos de locura
perdieron su plumaje y armadura,
quedando expuestos a cualquier ciclón.
Surcaron chubascos cargados de duda,
y una tempestad repleta de bruma
con indiferencia sus caminos separó
Lidia, observa el horizonte en lejanía
y sonreirás, como hace el sol durante el día
al mirar que en el cielo alguien firmó
Aún está la estela marcada de su amor.
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Lidia, tu canción
se ha vestido del recuerdo que una vez
era largo y le cubría hasta los pies
ocultando entre sus telas tu tacón.
¡Que risa! En el renglón
en el que baila no presume de su holgura,
usa prendas que han ceñido tu figura
a un cambio de percepción
Hizo las paces con promesas que se fueron,
esas que se entonan en universos paralelos
cuando el canto es ilusión
Lidia, en el grito enmudecido que se dieron
nuestros labios, ha crecido un himno y sin saberlo
nos ha ofrecido su perdón
En su silencio aún está bailando aquel amor